Un día, bien temprano y sentado en la arena del vecino país, pensaba en la hermosa postal que regalan sus playas. Descubrir dos paisajes diferentes en distintos momentos del año. Seguir el movimiento del agua hasta perderme en el horizonte suponiendo una línea imaginaria que divide el Río de
Atrás quedó aquel Parque del Plata en enero, cuyas arenas se convierten en un constante tránsito de familias con sombrillas, sillones, conservadoras y mate. Poco, casi nada, ya queda de esa imagen con muchos argentinos, uruguayos (sobre todo de Montevideo) y demás extranjeros, que triplican a los 6 mil habitantes permanentes de la ciudad. Son estas personas las que en marzo muestran la verdadera imagen urbana: tranquila por la mañana, igual que por la tarde y mágica para la vista por las noches de luna luminosa. Es que las dunas deforman la imagen oscura si uno intenta buscar el agua escuchando las olas. Perderse es difícil, el agua nos ubica.
Todavía es de mañana temprano, la arena es cómoda y está fresquita a esta hora. La comodidad se interrumpe, ahí viene Charito hecha un tromba con el palo en la boca. En el próximo impulso seguiré escribiendo.
Ellos también son habitantes permanentes y dueños de la playa en esta época
2 comentarios:
Con cosas chiquititas como tener que correr un palo Charo es mas que feliz. Igual que uno, si presta atencion a las pequeñas cosas que nos regala la vida... como esa arena de marzo sin muchas huellas.
y arena blancaa!!!
Buen contraste la de Charito en la arenita blanca :)
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